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Criterios para una buena práctica

La cultura juega un rol constitutivo en el desarrollo sostenible de ciudades y territorios. La cultura es un fin y un medio al mismo tiempo. En tanto que fin, la cultura constituye un motor del desarrollo sostenible de las ciudades, la base del sentido y de la vitalidad de la ciudadanía, la fuente de creatividad e innovación, así como la clave de un desarrollo más humano. En tanto que medio, la cultura es un catalizador de la sostenibilidad gracias a sus aportes específicos orientados a promover la equidad social, un progreso económico inclusivo y el equilibrio medioambiental.

La cultura, considerada por nuestra parte como el cuarto pilar o dimensión del desarrollo sostenible, abarca el patrimonio, la creatividad, la diversidad y la trasmisión de conocimientos. La cultura forma parte y está intrínsecamente vinculada con los derechos humanos. La cultura guarda una estrecha relación con la identidad, la comunidad, la educación, la ciudadanía, la participación y la gobernanza local.

Los criterios que hemos utilizado para la selección de buenas prácticas son los siguientes.

Innovación

El carácter innovador de un proyecto permite adoptar una perspectiva distinta a los habituales enfoques de los que ya conocemos los pros y los contras. Hace posible trasladarnos desde una reflexión precisa en torno a una problemática determinada hasta una reflexión más amplia que tendrá en cuenta otros aspectos y dimensiones. La innovación hace referencia tanto a los contenidos  y temáticas de los proyectos como a las metodologías y los procesos.

Participación

La implicación y la participación de la ciudadanía en los proyectos culturales constituyen algo fundamental. El destinatario final de un proyecto cultural debe ser también su actor principal desde el principio hasta el final del proyecto. Sólo la movilización de la capacidad ascendente (usuario / habitante / ciudadano) hace posible una verdadera apropiación de los proyectos culturales.

Sostenibilidad

El desarrollo local no puede concebirse sin una dimensión permanente y sostenible. Los proyectos y las políticas de desarrollo deben ser concebidos en el tiempo, a corto, medio y largo plazo. Ello permite a la vez inscribir las acciones y decisiones en dinámicas globales y poder adaptar constantemente las prácticas metodológicas y las reflexiones estratégicas relativas a las políticas.

Eficacia

 El criterio de la eficacia remite a la producción de uno o más de un impacto(s) positivo(s), tangible(s) o intangible(s), en los territorios y poblaciones. Los efectos de un proyecto o de una política de desarrollo cultural deben ser, por tanto, mesurables respecto a unos objetivos determinados en función de un diagnóstico establecido inicialmente.

Transversalidad

 La adopción de una perspectiva transversal respecto a una problemática hace posible conjugar distintas temáticas con metodologías diferentes, así como múltiples actores. Por lo tanto, la transversalidad favorece la co-construcción y la co-realización de proyectos culturales y los inscribe en dinámicas de intercambio y responsabilidad compartida.

Reproductibilidad

Los proyectos, acciones y políticas de desarrollo local deben poder ser reproducidos o transferidos, por lo menos parcialmente. La explicación pormenorizada de los contextos constituye una condición esencial para comprender las buenas prácticas y para que dicha reproductibilidad sea posible.